Los piyus, 10 años de dar la vuelta al mundo en moto
- fareiventa
- 24 abr 2018
- 6 Min. de lectura

"¿Es de verdad?" Pregunta una niña que mira, boquiabierta, a una oveja que viste jean, camisa a cuadros y gorro. Apenas por detrás, un globo aerostático lanza llamaradas e ilumina todo el cielo de Capilla del Señor. Bienvenidos a apenas otra de las locas aventuras de Los Piyus, el grupo de más de veinte amigos que hace casi diez años recorre el mundo en moto y hoy montó un verdadero circo itinerante en medio del campo.
Como cada año, una fiesta temática anticipa el tramo que recorrerán -el que comienza en mayo, de Armenia hasta Alemania- y es la excusa perfecta para festejar con familiares y amigos. Algo así como "alquilamos un globo porque pasaremos por Capadocia". Los acróbatas, la odalisca y la carpa inmensa con luces de neón no requieren mayor explicación. El año pasado, previo al tramo del sudeste asiático organizaron una fiesta en Mendoza -en lo de Carlos Pulenta, de la bodega Vistalba- a la que asistió el embajador tailandés.
Una caravana de amigos que crece y mantiene intacto ese deseo casi adolescente de aventura permanente, hermandad y coqueteo con el peligro. Rolling the world es el nombre de su travesía, que el 23 de mayo inicia el onceavo tramo, porque transcurre en lapsos de hasta un mes por año. Donde terminan cada etapa dejan las motos y allí van a buscarlas al año siguiente. "A lo sumo hay que cambiarle la batería", minimiza Manuel Lastra, dentro de la carpa central. Todo viaje implica ciertas complicaciones de logística, ir a un depósito fiscal, firmar papeles. "En China tuvimos que patentar las motos en ese país y sacar registro chino para conducir. En Turkmenistán no quieren que entres, te la hacen la vida imposible", explica. Tan es así que a un miembro de la caravana, productor televisivo, no lo dejaron ingresar.

Los Piyus son anárquicos y heterogéneos en edades y profesiones: son empresarios, ingenieros, abogados, metalúrgicos, hombres de campo, economistas o médicos que van y vuelven a sus hogares y vidas normales entre cada travesía. El dinero no es un problema. Manejan motos de alta gama: mayoritariamente BMW GS 800, y algunas Kawasakis KLM o KTM. Dejar sus empresas y familias por más de tres semanas tampoco es un problema a esta altura. Con el correr del tiempo algunas de sus esposas comenzaron a hacer viajes por su cuenta, en motonetas: se hacen llamar las avespas. "Pero hacen 20 kilómetros y paran", ríen ellos.
"No es fácil ser un piyu porque deben soportar una imagen donde todos piensan que por ser piyu tienen plata de sobra", reflexiona Horacio Portela, periodista, en un texto incluido en el libro que registra el tramo de la ruta de los huesos, en Siberia. Y da cuenta de que para la primera etapa del viaje, allá por el 2009, en los foros de motociclistas no se los tomaba en serio porque "motociclista es el pibe que sin un mango se va de viaje sin parar". Diez años después, dice: "No es fácil cuando apenas tienes dinero y combustible para llegar a la próxima parada y debes discutir con quien te grita en ruso o en un dialecto mongol mientras te mira por una pequeña ventanilla y no te reconoce que ya le abonaste el combustible. O cuando lo único que hay para comer es un económico guiso de mono -compuesto de algo y mono. No es fácil ser un piyu en Amazonas, Alaska o el Caribe, y menos aún en Siberia, China o el Tíbet".
"Siempre que escuchás historias de gente que da la vuelta al mundo en moto se trata de un loco solitario, algún alemán o tres españoles. Nosotros somos treinta y este año viajamos más de veinte", grafica Diego Angelino, quien se sumó al grupo en la etapa 6, la de Siberia.
Sus viajes no son opulentos y están relativamente poco planificados. "Ni a palos reservamos un hotel", define Manuel. "Sólo tenemos pasaje de ida, pasaje de vuelta y más o menos un poquito de idea de cómo son los lugares a los que vamos a ir. Si tengo que decir cuánto recorremos cada día, de promedio hacemos 300 km, pero por ahí hay días en que hacemos 500 y tal vez nos quedamos dos días en un lugar".
Durante el resto del año se reúnen cada jueves religiosamente, llueva o truene en la casa de uno, que es encargado de agasajar a todos los demás. El evento puede variar desde un asado hasta ir a andar en kartings. La única consigna es que el jueves es inamovible y el anfitrión, rotativo.
"¿Qué nos depara esta noche? Un espectáculo entre bizarro, divertido y piyulesco" anticipa Ezequiel Eskenazi, un rato antes de ponerse su saco de almirante, empezar a hablar como un general alemán y oficiar de presentador de ceremonias del circo. Los piyus se disfrazarán, bailarán y harán el ridículo para generar carcajadas de niños y adultos por igual. Y para divertirse ellos, antes que nada.
El inicio

Antes de las odaliscas y los payasos y en el germen de lo que fue el principio de todo, corría el año 2000 cuando cuatro amigos de la infancia comenzaron a hacer viajes en motos clásicas por el país. Por entonces, los hermanos Bonifacio y Manuel Lastra, Gerardo Serra y Roberto Livingston se subían a rodados de la década del treinta y se iban a recorrer la Quiaca, el Valle de la Luna, la ruta de los Siete lagos. Hasta que un día, mientras estaban reunidos en un bar uno preguntó: ¿Y si vamos a dar la vuelta al mundo?
Desde entonces, cada año, dedican casi un mes de su vida a realizar un tramo que en una década los ha llevado por los lugares más recónditos, y que en cada etapa suma nuevos integrantes. Hoy son casi treinta. El nombre de la banda lo tomaron de un antiguo modelo de Harley Davidson de la década del 20, Pea Shooter, o lanzadora de arvejas, en alusión al sonido característico de su motor.
La primera fase del Rolling the world los llevó de Jujuy a Manaos en el 2009. Luego siguieron Manaos-Cartagena de Indias, Panamá-Guatemala, Guatemala-Los Ángeles, Los Ángeles-Alaska, Siberia-Mongolia, Mongolia-China, Vietnam-Camboya-Laos, Laos-China-Tibet y la última: China-Ruta de la seda-Armenia.
En cada oportunidad intentan circular por rutas famosas como la Transamazónica, conocida como "rodovía fantasma" por su dificultad; la de la muerte en Bolivia, un serpenteante camino que cuelga precariamente en montañas casi verticales y la ruta de los huesos en Siberia, donde murieron tantos hombres en su construcción que se dice que hay dos esqueletos por cada metro de su extensión. En verano es un pantano, en invierno tiene temperaturas similares a la Antártida.
También evitan las grandes ciudades: "Se pierde el grupo. A nosotros nos divierte viajar y conocer la parte auténtica de los países, lo más raro, lo que uno no tiene acceso a conocer normalmente" explica Manuel Lastra. Así llegaron a naciones como Kazajistán, Kirguistán y Turkmenistán, todas dentro de la ruta de la seda (la antigua ruta comercial que enlazaba China con el Mediterráne).Un recorrido que para él fue soñado: "Son países perdidos en el tiempo. Antes de ir a muchos lugares nos dijeron es peligrosísimo, ni se les ocurra, vayan con guardia armada. La realidad es que la gente es divina y nunca tuvimos un problema".
Diez años de aventuras incontables

A lo largo una década vivieron más aventuras de las que pueden repasar. En el Amazonas nadaron sin querer en una laguna llena de anacondas. En Rusia se toparon con una ciudad completamente abandonada. En Colombia tuvieron que contestar preguntas insistentes de la guerrilla. Son tantas que resulta muy difícil lograr que cuenten apenas dos o tres de las mejores, "imposible" / "todos los viajes tienen cosas increíbles". Diego Angelino se anima a contar una:
"En una parte del último viaje, en Siberia, en un momento no llegábamos a tomarnos el avión y teníamos que cruzar hasta Mongolia. Nos pusimos a parar camiones con containers en la ruta, hasta que uno paró. Unos rusos que hablaban ruso. Yo tenía un diccionario fonético de ruso-inglés. Les subimos al camión las motos y la camioneta de apoyo y quedamos en encontrarnos en Ulán- Udé (una ciudad al sur de Siberia). Nosotros nos tomamos el transiberiano, cuatro trenes en dos días. Llegamos a Ulan Udé y ahí estaban, esperándonos. Cruzamos la frontera y pudimos llegar a tiempo a Ulan Bator, la capital de Mongolia-. Esa es una de tantas. Todos los viajes tienen alguna cosa rara, algo se rompe, todo se arregla. Si las motos no arrancan, el piyu sigue. Es la vuelta al mundo, te pasa de todo".
Termina la función de circo, todos los asistentes ayudan a apilar las sillas y en el centro del escenario quedan los piyus, festejando. De fondo suena su canción, que dice " un grupo de locos que quieren viajar y nunca llegar a ningún lado y siempre seguir viajando". Cuando terminen con el tramo europeo seguirán por África, tal vez pasen por Australia, ingresen por Europa y lleguen a Buenos Aires bordeando toda la costa del Atlántico. Y nadie descarta que, una vez terminada la vuelta al mundo, quizá quieran darla para el otro lado.
Fuente: lanacion.com.ar
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