Las impresoras 3D amenazan el negocio del merchandising hollywodense
Las impresoras 3D permiten hacer copias de las figuras y juguetes de las películas. Justo después de ver el tráiler de Star Wars: El despertar de la fuerza, Ken Landrum comenzó a construir su propia arma Stormtrooper. Desde su casa, juntó imágenes de las que aparecen en el anuncio y después utilizó el software de su computadora para diseñar casi 40 piezas individuales para imprimirlas en 3D y unirlas para formar una réplica exacta de la de Walt Disney.
El incipiente mercado de los productos del “hágalo usted mismo” indica que la industria cinematográfica podría enfrentarse pronto al mismo tipo de problemas legales que la música tuvo con la piratería a principios de la pasada década. A estas alturas, la mayor parte de las impresiones las hacen los fans que quieren intercambiar productos. Pero esto está cambiando ahora que cada vez hay más impresoras 3D que convierten los salones en pequeñas fábricas y las páginas de piratería ponen los archivos 3D junto con las copias ilegales de películas.
Las impresoras amenazan a una de las máquinas de hacer dinero más importante de Hollywood. Los ingresos de Disney durante el segundo trimestre por productos de consumo aumentaron un 10%, hasta 971 millones de dólares, en gran parte gracias a que los juguetes de Frozen se siguen vendiendo más de 18 meses después del estreno.
Hasta ahora, Hollywood ha evitado emprender acciones legales contra los apasionados de la impresión 3D, para evitar el efecto que tuvo en la industria de la música cuando demandó a los fans por compartir canciones online. Varios ejecutivos de productos de consumo de los grandes estudios afirman que están haciendo un seguimiento exhaustivo de esta tendencia. Algunos estudios, como Viacom, de Paramount Pictures, Marvel Studios, de Disney y Time Warner, de Warner Bross, han lanzado diseños 3D autorizados para promocionar las creaciones de los fans antes de un nuevo estreno.
Saber a quién perseguir en los tribunales puede resultar todo un reto para los estudios. Muchos aficionados regalan sus diseños, mientras que otros cobran cientos de dólares y aceptan pedidos al por mayor. Al existir en el mundo digital antes de convertirse en producto tangible, los expertos legales afirman que es difícil saber a quién dirigirse exactamente: a la persona que hizo el diseño, al que escribió el código o a la que usó la impresora.